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Maduro ha desecrado a Maisanta. Él es el nuevo dictador despreciable de Venezuela

Catfish I and II: 20th-century Venezuelan dictator Juan Vicente Gómez (left) and 21st-century Venezuelan dictator Nicolás Maduro
Matias Delacroix (right)
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Facebook, AP
Catfish I and II: 20th-century Venezuelan dictator Juan Vicente Gómez (left) and 21st-century Venezuelan dictator Nicolás Maduro

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COMENTARIO: El fraude electoral criminal de Nicolás Maduro cementa su lugar en la galería de los dictadores venezolanos — y destruye de una vez por todas la tradición fundadora de su “revolución” socialista podrida.

Venezuela oficialmente tiene un nuevo rey tirano — ¡y por este medio lo proclamamos El Bagre II!

Siempre ha existido una semejanza física extraña entre el dictador venezolano del siglo 20, Juan Vicente Gómez, y el dictador venezolano del siglo 21, Nicolás Maduro. El cabello azabache. Las mejillas de buldog. Y los bigotes espesos — la fuente del apodo de Gómez, “el Bagre.”

Pero ahora la semejanza política se ha realizado también.

La brutalidad medieval: Gómez era un degenerado homicida quien coleccionaba métodos de tortura en vez de estampillas. Hoy, Maduro es acusado por la ONU por crímenes contra la humanidad.

La orgia de corrupción surreal: Gómez fue un gran ladrón de la riqueza tanto de la riqueza petrolera de Venezuela, y Maduro es acusado de traficar grandes cantidades de cocaína a través del país, que uno era y el otro es entre los hombres que son los más ricos ilicitamente del mundo.

Y — como Maduro confirmó inequivocamente esta semana — la violación monstruosa de la democracia. Gómez mandó por 27 años. Maduro, quien tomó el poder hace 11 años, amenaza mandar por lo menos seis años más ahora que él y su régimen mafioso han maquinado el fraude electoral más Neanderthal que el hemisferio occidental ha visto en más de una generación.

Venezuela tenía otros dictadores despreciables antes de Maduro. Cipriano Castro. Marcos Pérez Jiménez. Y Maduro ha establecido su lugar en esa galería horrible.

Pero la comparación con Gómez importa más. La razón: mucho de la aura de la “revolución” socialista que Maduro dirige cuenta con la reclamación ancestral de su fundador, el difunto presidente venezolano Hugo Chávez. Él insistía que su bisabuelo era el llanero Pedro Pérez Delgado, conocido como Maisanta — quien encabezó una campaña de guerrilla contra la dictadura de Gómez.

Esta semana, Maduro desecró esa tradición tan desdeñosamente como un perro levantando su pata trasera sobre una hidrante de incendios en Caracas.

Él es Gómez, no el guerrillero.

Siempre ha existido una semejanza física extraña entre el dictador venezolano del siglo 20, Juan Vicente Gómez, y el dictador venezolano del siglo 21, Nicolás Maduro. Pero ahora la semejanza política se ha realizado también.

¿De qué otra forma se puede describrir el robo descarado de la elección presidencial del domingo passado? Su absolutamente inverosímil declaración que él de alguna manera derrotó al contendiente opositor Edmundo González, 51% a 44% — cuando cada encuesta de salida creíble lo mostró perdiendo a González por 30 puntos o más, después de que cada encuesta lo había mostrado perdiendo a González por 40 puntos o más.

¿De qué otra forma se puede caracterizar su rechazo de proveer a la oposición venezolana y a la comunidad internacional cualquiera prueba legítima de su victoria ilegítima? Escondiendo el conteo mesa-por-mesa del voto del domingo — su dedo medio echado a cada país y a cada organización de observación electoral respetada que cuestiona su trampa, la cual es tan bruta que hace que robos brutos de votos como los de México en 1988 y Panamá en 1989 parezcan sofisticados.

Militares matones

¿De qué otra forma se puede presenter sus amenazas de encarcelar no sólo a González sino a la líder opositora María Corina Machado, cuya popularidad abrumadora lo motivó a prohibir la candidatura de ella en la elección? Los ataques de sus militares matones — y de sus pandilleros callejeros, los colectivos — contra los venezolanos quienes han ido a las calles para protestar contra su despotismo Gómezista.

Es triste pero no es sorpresa que los izquierdistas más antigüos y cobardes de Latinoamérica — encabezados por Presidente Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil, Presidente Andrés Manuel López Obrador de México y Presidente Gustavo Petro de Colombia — excusaron a su compinche ideológico Maduro esta semana cuando se abstuvieron de un voto en la Organización de Estados Americanos para exigir que él entregue los datos electorales verdaderos. (La resolución de la OEA falló como resultado.)

Todavía, izquierdistas latinoamericanos de una mentalidad verdaderamente siglo 21, como Presidente Gabriel Boric de Chile y Presidente Bernardo Arévalo de Guatemala, están rechazando la mentira asquerosa del estilo siglo 20 de Maduro.

Entonces, quizás — quizás — izquierdistas escrupulosos en las Américas están llegando a la conclusión dolorosa esta semana que izquierdistas sin escrúpulos, como Maduro, están golpeando la imagen del izquierdismo a pulpa sangriente y echándola en una zanja para morir.

Quizás — quizás — ellos se dan cuenta de que el izquierdismo latinoamericano hoy no evoca llaneros valientes como Maisanta sino caudillos patéticos como Maduro.

Quizás — quizás — están avergonzados por el hecho de que hasta autócratas reaccionarios como Gómez mandaban con crecimiento económico, mientras un “revolucionario” como Maduro ha creado la peor crisis humanitarian en la historia moderna de sudamérica — una emergencia que ha empujado a un cuarto de la población de Venezuela a emigrar en la última década.

Desafortunadamente, eso no significa que pueden hacer que El Bagre II sienta suficiente vergüenza para dejar el poder — porque, como El Bagre I, él no tiene vergüenza.

Tim Padgett is the Americas Editor for WLRN, covering Latin America, the Caribbean and their key relationship with South Florida. Contact Tim at tpadgett@wlrnnews.org
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